EUCLIDES DA CUNHA, Los Sertones, nota publicada en el suplemento literario del diario Clarin, Bs.As, Argentina (2003)

Los Sertones de Euclides da Cunha. El clásico número uno de la literatura brasileña
Por Amalia Sato

Este libro de Euclides da Cunha, reverenciado en Brasil, clásico entre los clásicos, es el texto cuya misión parece la de abrir a propios y extranjeros caminos a la comprensión de los contrastes y complejidades de Brasil. Con el don de resultar tan cautivante en la traducción como en su forma original Los Sertones aparece, cumplidos cien años de su primera edición en 1902, con el apoyo de la Academia Brasileira y el auspicio de Fundación Centro de Estudos Brasileiros, reeditado en la impecable traducción de Benjamín de Garay de 1938 – entonces en la Biblioteca de Autores Brasileños organizada por una Comisión presidida por Ricardo Levene, Ministerio de Justicia e Instrucción Pública (con reediciones en 1942 y 1982). El prólogo de Florencia Garramuño, “Pueblo sin Estado: Los sertones y el imaginario moderno”, actualiza en esta reedición 2003 una lectura.

La vida de Euclides da Cunha (1866-1909), un ingeniero al servicio del Estado, nacido en una hacienda de café en el Vale do Paraíba (Rio de Janeiro), un intelectual fluminense, formado en el cientificismo de la Escuela Militar, que se desempeñaba también como periodista, sufrió un viraje radical a partir de su experiencia en las áridas tierras del Nordeste brasileño, en el sertón ardiente y desangrado. El episodio que allí lo convocó es harto conocido y su protagonista, el beato Antonio Conselheiro, logró con su rebelión hacer temblar las acciones en las Bolsas de Nueva York y Londres: Conselheiro, nacido en Ceará en 1830, y envuelto en un proceso judicial por tentativa de asesinato del amante de su mujer, se había lanzado a vagar por los sertones de Pernamuco, haciendo una vida de eremita, convertido luego en predicador, guía y consejero. La gente lo apodó Buen Jesús. Con la Gran Seca de 1877, su predicamento se hizo enorme y lo empezaron a seguir multitudes. En 1893 sus seguidores se rebelan contra la intención del gobierno de la República de cobrar impuestos a los municipios. Con 8000 sertanejos se instala en Canudos, en los sertones de Bahia, preparados para un futuro de justicia y prosperidad, esperando el Juicio Final, que traería de vuelta al rey portugués Sebastián, muerto por los moros en 1580 y con cuyo regreso se profetizaba que “verían correr un río de leche por la tierra y cuzcuz de trigo por los barrancos”. Los hacendados empezaron a denunciarlo y el gobierno envió, recelando que se trataba de una maniobra de los monarquistas, cuatro expediciones para acabar con su movimiento. La tercera con muchos veteranos de la Guerra del Paraguay fracasó también estrepitosamente, con el agravante de que el coronel Moreira César que la comandaba fue muerto en combate. En la cuarta parte, como corresponsal de guerra del diario “O Estado de São Paulo”, Euclides da Cunha.

La carnicería espantosa, los trescientos viejos, mujeres y niños harapientos que el ejército captura, la visión de ese otro Brasil, convencen a Euclides de que no se trataba como la había calificado hasta entonces en sus artículos de otra Vendée (el movimiento de campesinos monarquistas contra la república en Francia). Se subleva, se moviliza, y se dedica durante tres años a elaborar el libro: está en São José do Rio Pardo, mientras supervisa para la Superintendencia de Obras Públicas del Estado de São Paulo la construcción de un puente de hierro, y acude a sus amigos para obtener información. El hombre que se había dado cuenta de que “las páginas ásperas de nuestros Engineer’s pocket books son más elocuentes, en este fin de siglo, que las más luminosas páginas de nuestro más admirado pensador” y que escribiría en nota preliminar a su libro “Aquella campaña recuerda un reflujo hacia el pasado. Y fue, en la significación integral de la palabra, un crimen”, elabora una visión compleja, llena de paradójico orgullo por la Nación, y azorada y emocionada ante el descubrimiento de otra geografía, otra cultura, inaugurando la literatura de interpretación y revelación con un libro que supera los límites de los géneros: Os Sertões.


Desencadena un texto que parece “escrito con lianas”, al decir del Joaquim Nabuco, con “frases en cascadas” según Araripe. O para citar a Gilberto Freyre, un libro con un estilo espléndidamente barroco, cercano a lo pedante, oratorio, gongórico, de una elocuencia enfática, con una adjetivación estridente, más aguda que grave, que escribió declamando: igual que Carlyle o Macaulay en lengua inglesa, o Victor Hugo, Chateaubriando o Jean-Jacques Rousseau en francés. Más Freyre: “Euclides no temió ofender al lector extranjero con su tropicalismo o picarlo con su brasileñismo, al contrario, los exhibió escandalosamente. No se hizo el inglés como Machado deAssis ni el francés como Joaquim Nabuco”.

El más inolvidable perfil de Euclides da Cunha es también de Freyre. Lo recrea como aquel muchacho que hablándoles a los bueyes al final de la tarde llegará a ser el gran sensualista de las frases severas; como el estilista obcecado por su gusto por la angulosidad a la que identificaba con la altivez, la nobleza, el brío. Señalaba su repugnancia por la vegetación tropical, el paisaje dominado por el ingenio de azúcar, lo gordo, lo redondeado, lo suave de las formas. Era el bahiano que no ríe, que se definía como un “tapuio” (mestizo de indio) modificado por las presencias celta y griega. Para Freyre que elaboraba el concepto de “antagonismos equilibrados”, el mensaje de Euclides era: “Hay que unir el sertón con el litoral para la salvación – y no sólo la conveniencia de Brasil. […] Mensaje deformado después por quienes hicieron de los sertones en sí – y no de su comunicación con el litoral agrario – casi una mística”.

Convertido instantáneamente en un autor consagrado, el de más ventas, Euclides se convierte en la figura mimada de la intelectualidad e ingresa a las dos instituciones máximas: miembro del Instituto Histórico y Geográfico Brasileño y de la Academia Brasileña de Letras. El, que no pertenecía a ninguno de los cenáculos literarios de la Rua do Ouvidor, fue el primer escritor preocupado por cuestiones sociales en ser admitido, y Silvio Romero fomentador de polémicas y gran orador, que tenía posiciones encontradas con el presidente de la Academia, Machado de Assis, así lo acogió: “La Academia recibe en su seno a un poderoso escritor, pero uno que puede presentar ideas, además de pronombres, porque estudia y medita, porque sabe ver e inquirir”.

En 1905, Euclides parte hacia las nacientes del río Purus, por trabajos de demarcación de fronteras con Perú. No llegará a escribir otro libro, sí ensayos, artículos, discursos, conferencias, informes. El gran libro que imaginó con el material recogido en el viaje a Amazonas no pudo cumplirse. Concursa en 1909 por un cargo como profesor de Lógica en el Colegio Pedro II, pero sólo llega a dictar unas pocas clases. Los hechos se desencadenan vertiginosamente: a los 43 años muere en un duelo con el cadete Dilermando de Assis, amante de su esposa.

Su muerte trágica y prematura contribuyó a convertirlo en un santo cívico de la Nación, un mártir de vida ejemplar. Los hechos que se suceden son igualmente novelescos: su cerebro es depositado en el Instituto Médico Legal para el estudio de un genio “mestizo”, más tarde pasa al Sector de Arqueología del Museo Nacional, hasta que en 1983 lo trasladan a Cantagalo, su ciudad natal donde es guardado como reliquia en el museo a él dedicado. La tragedia se continúa en su familia: su mujer se casa con Dilermando. El segundo hijo de Euclides, con su mismo nombre, muere a manos de Dilermando al intentar desagraviar la memoria de su padre. Un libro escrito por la hija de este segundo matrimonio de la mujer de Euclides, Judith, se utilizará para un guión televisivo en los años 80. Euclides da Cunha, héroe nacional, ejerce una atracción sin claudicaciones: los euclidianos conforman un Gremio que conmemora su nacimiento y su muerte en Cantagalo y en São José do Rio Pardo, respectivamente; durante el Estado Novo, el gobierno de Getúlio Vargas (1937-1945) su figura se erige como guía en la política de La Marcha hacia el Oeste. Las ediciones, las traducciones se suceden: el libro atraviesa un siglo aureoleado de creciente prestigio. Las encuestas lo califican como la obra más representativa de la cultura brasileña de todas las épocas. En su saga, Guimarães Rosa, Graciliano Ramos, Glauber Rocha, el cinema novo, y la visita del presidente Lula a las zonas más pobres del Nordeste que no puede inscribirse sino dentro de una invocación a su prédica.

Para terminar, vaya la cita de las críticas que consagraron esa primera edición de 1902, agotada en dos meses, que la prestigiosa editorial Laemmert de Rio de Janeiro no quiso financiar y que el autor pagó de su bolsillo. José Veríssimo en Correio da Manhã dijo: “El libro del sr. Euclides da Cunha, al mismo tiempo libro de un hombre de ciencia, de un geógrafo, un geólogo, un etnólogo, un hombre de pensamiento, un filósofo, un sociólogo, un historiador; y de un hombre de sentimiento, un poeta, un novelista, un artista, que sabe ver y describir, que vibra y siente tanto ante los aspectos de la naturaleza, como al contacto del hombre, y se estremece todo, tocado hasta el fondo de su alma, conmovida hasta las lágrimas, ante el dolor humano, débase a las condiciones fatales del mundo físico, las secas que suelen asolar los sertones del Norte brasileño, débase a la estupidez o maldad de los héroes, como la Campaña de Canudos”. Araripe Junior escribió: “Criticar este trabajo no es posible. La emoción que me produjo neutralizó la función de la crítica”.

Euclides da Cunha. Los Sertones. Texto fundacional. Así de inmenso. Así de fascinante.

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