Texto catalogo. Silvina Ocampo x 8 fotografas contemporaneas. 2006

Silvina Ocampo x 8 fotógrafas contemporáneas
Espacio Prometeo.
Por Amalia Sato

“Los símbolos de la pureza y del misticismo son a veces más afrodisíacos que las fotografías o que los cuentos pornográficos” (S.O, “El pecado mortal”)

Tomas de ocho fotógrafas, elegidas para circunscribir como ronda de ofrendantes el mundo de Silvina Ocampo. Secuencia inevitablemente narrativa para citar a la silvestre en campo argentino patricio, la gauche al trío poderoso, la que prefirió la risa de Wilcock, Puig, Pizarnik en un ala protegida del enorme departamento, la anciana ocurrente y reticente, oculta detrás de los característicos anteojos, narrada acurrucada detrás de una puerta esperando, o confundiendo los chillidos de un mono con el canto de un pájaro, elegante en las fotos de playa, exaltada en la celebración del campo argentino que es toda la Patria, una vida inclusiva donde todo va entrando con pisadas amortiguadas sobre alfombra muelle. La marca Silvina, que es una ilusión, un archivo inicial de imágenes de aquélla que congelan epítetos tranquilizadores: la irónica, la tímida, la audaz, la más inteligente de las hermanas O. Y entrar en su escritura, o merodearla o suponerla.

Entre la iconografía de la niña aristocrática, los espacios prohibidos y la excentricidad de la loca, se deslizan las tomas. Como fotogramas de un film a lo Lynch pero aquí nomás. El estereotipo de clase en Flavia da Rin. Zapatitos de nena, las guillerminas, las rodillas lastimadas curadas con desinfectante rojo, las piernitas desnudas, con un fondo de azulejos y una tabla. ¿Una niña ahorcada o haciendo travesuras? Victoria Simon agrega otra en bicicleta, sin cabeza, con su vestidito de mangas cortas abullonadas, zapatos blancos con zoquetes, un piso de tablas muy lustradas, el saquito , la pollerita escocesa tableada, una tarima azul o ¿pedazo de alfombra?, y un blanco conejito. Las tomas de Lucía Luna en la bañera tal vez sean ese cuarto de baño o zona prohibida del caserón, “contigua al cuarto de juguetes, que era a la vez el cuarto de estudio”: la Ofelia en agua sanguinolenta, con la cabeza inclinada, o con un fondo de canillas, o acostada o sumergida, ¿muerta o meditando? Carolina Sticotti repite el medio, pero es o piscina o fondo de mar: una muchacha leyendo (otra vez las guillerminas), o una mano y una sombrilla, o fragmentos de un cuerpo vestido con una tela de gasa con cinta verde tipo alga, o roja como hilo de sangre flotante, o con carterita de noche marchando. Una vida acuática secreta y elegante. La muchacha de Ananké Asseff en la playa con la parte superior cubierta con una camisetita negra, viva o muerta, entre algas, completa de un siniestro modo la serie en el agua. El arresto excéntrico es de Malena Pizani, la llamaremos la muchacha con aspiraciones de extraterrestre: gorro de baño inflado, cabezona, ya mirándose a un espejo, donde se refleja un ojo muy maquillado, ya en medio del campo con su sueter blanco y tapándose la cara, o dispuesta al viaje con campera, valijita y ramo de flores. La loca que se atreve. Y los árboles estilo sepia Friedrich de Grisela Fric son el campo argentino en vena romántica, muy Bronte, las copas dialogando al viento. Por último la composición de Cecilia Rivas, posible tapa, una mancha pictórica en amarillo y violeta, con una foto en blanco y negro de una pareja besándose.

Dicen que Silvina se borraba con ácido o se recortaba de las fotos que tomaba. Hoy es invocada. Una escritora y la iconografía que inspira. Invirtiendo dos frases del cuento citado - ¿por qué no un concentrado de claves de la materia aristotélica única e indistinta? - aquí la lente obra como el agujero de la cerradura, para alcanzar su meta: la imposible violación de una soledad. Hacer bastión y fetiche, para avanzar, se sabe. Entonces, del texto, repetir esta frase como juramento entre pares: “Te buscaría por el mundo entero a pie como los misioneros para salvarte si tuvieras la suerte, que no tienes, de ser mi contemporánea.” Va de nuevo. Rezo y promesa, afirmación de presente: “Te buscaría por el mundo entero a pie como los misioneros para salvarte si tuvieras la suerte, que no tienes, de ser mi contemporánea”.

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