Presentación Tokonoma 14

Mi primer contacto con la poesía fue a través de las revistas de rock de segunda mano que canjeaba en el Parque Rivadavia por manuales escolares. Era en esas revistas (a veces incluso antes que en los discos y cassettes ) donde vivían los artistas que me interesaban a los 11 años. Y era ahí donde los iba a buscar.

Me asumo lector y fan de revistas desde muy temprano, desde que descubrí que el Parque Rivadavia, además de lugar incómodo para jugar al fútbol, también era un enorme, o así me parecía, mercado de páginas inspiradoras.

Caminaba con mi par de amigos los senderos de ese parque sabiendo que en alguno de esos puestos con olor a pis de gato se hallaban unas voces escondidas dispuestas a guiarnos a un lugar al que sin dudas nuestros oídos ya estaban yendo.

De Bowie a Kawabata, de Moura a Mori Ogai, de Suzanne Vega a Sei Shonagon, de los Abuelos de la Nada a Basho y sus discopulos. Muchas cosas pasaron entre la Toco & Canto y la Tokonoma que aquí nos convoca.

Desde aquellos días de canjeadores y ocasionales ladronzuelos de revistas (y me pregunto si, así como existe en español la palabra carterista, habrá en japonés una para decir ladrón de libros o revistas, seguramente sí), el Parque Rivadavia sigue siendo un lugar que asocio al tráfico de estilos, gustos, utopías (sin discriminar a las distopías).

¿Qué será eso que siempre aguardamos de nuestras revistas o fanzines favoritos? Acaso un pasaporte de regreso. Regreso a un mundo futuro del que esas revistas o fanzines lograron hacernos fans. Pistas nuevas, otras entradas, señales escritas desde adentro de esos mundos, desde allá (las buenas revistas se fabrican en un allá). Y la certeza de que ese territorio se hace cada vez más amplio de lo que suponíamos, número a número, como un parque que se expande en cada nuevo paseo.

Leí en una trasnoche los 55 textos de esta Tokonoma 14, hace unas semanas. Viajaba a Misiones, a la localidad de El Alcázar.

No leí sin parar, cada tanto desempañaba la ventana del micro y sobre el paisaje de faroles dejaba que las palabras japonesas, libremente elegidas, se fueran mezclando a gusto. En un momento dado giré la cabeza y descubrí que era el único de los pasajeros que no estaba dormido y cubierto por una manta azul. El foquito de luz sobre mi asiento era el único encendido y arrojaba sobre las páginas de Tokonoma un resplandor circular de bordes iridiscentes. Marco tenue para la lectura de cada ensayo, de cada poema, de cada relato.

Hanai Oume: Dueña de un prostíbulo, en 1887 asesinó con una cuchilla de carnicero a un ex empleado suyo que pretendía someterla para quedarse con su negocio. Fue sentenciada a cadena perpetua, pero quedó en libertad en 1904, dedicándose desde entonces, convertida en actriz, a representar en escena su propia historia, que había fascinado a los contemporáneos.

Akujo (significa mujer mala), palabra 8, escogida por Quartucci

Los vidrios otra vez empañados, el rumor del motor, la sensación de estar una vez más fuera del tiempo. Sigo despierto y así llego al fin del sueño de Masao. Su desfile de avenidas, baldosas cambiantes, cercos fáciles de saltar, pasillos largos que conectan con más largos pasillos, un mapa que se deshoja en cada pliegue de maestro de origami.

Yume (sueño) Aida, palabra 7 (significa entre), Mingei, palabra 25, (Arte y Pueblo) 28. Sho. Caligrafías. 38. Tsunami, el poema de mi amigo.

Cada unos de esos destellos que anuncia Amalia en el prólogo se enlaza con el que le sigue y el resultado es un festival de fuegos, un imborrable hana bi.

(Entre paréntesis, me anoto con esa palabra para la próxima)

32. Sumimasen (Lo siento) Y así hasta los pececitos inhalados y.. Touwaku (sensación desconcertante), un final digno de novela, obra del azar y Cippolini.

Cierro la revista y me concentro nuevamente en los garabatos minerales de la tapa realizada por Alejandro Ros. Sobre la revista, irreal, o demasiado real, la luz del pequeño farolito de lectura convierte a mis manos en protagonistas de un teatro de miniaturas. Puro punctum. Desempaño la ventana.

La noche, la ruta, la luna. Sobre ese cuadro, el recién leído kimono paraguayo del texto de Victoria Lescano regresa, resplandeciente. Una princesa de la luna sin manos, ni pies, ni cabeza.

Tokonoma, más lisérgica que nunca.

La pregunta que hace Amalia al inicio de este número (¿Qué de Japón, hoy y aquí?) encuentra su respuesta en un mercado de Asunción del Paraguay, en el barrio Libertade de Sao Paulo, Brasil, en una función de kamishibai en Chaco. Ese hoy y aquí es un barco japonés atravesando los fiordos chilenos, es una conversación que se inicia en Brasilia, sigue en Buenos Aires, General Sarmiento, México DF. Un más acá de Japón que encuentra en cada número de Tokonoma la traducción que se merece.

Diego Posadas.

Jueves 13 de agosto de 2010

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