Rio y Sao Paulo.Texto publicado en la revista Barzón por Amalia Sato

BARZON 2011 Rio y Sao Paulo, ciudades de una civilización en los trópicos, rivales en un folclore que dibuja cariocas ociosos y paulistas workaholic. Una dicotomía y una oposición que marcan dos tensiones fundantes. Una, la ciudad incrustada dentro de un paisaje que debería haberse declarado Parque Nacional inviolable. Lo prueban las voces en coro políglota – los privilegiados de las ventanillas de todos los vuelos que arriban – con todas las exclamaciones de gozo ante la sorpresa de un paisaje avasallante : los morros verdes, el mar y la ciudad subiendo o serpenteando donde antes hubo pantanos y pura floresta, la visión de la bahía más bella del mundo, Guanabara y sus cien islas en accidentada y feérica geografía. Ante Buffon, Montesquieu, Hegel, que desconfiaban de la exuberancia de un continente que superaba sus teorías, el triunfo del reverencial amor por la América tropical y el Caribe de Humboldt, expresado a su manera por todos los contingentes de viajeros. La otra, materialización cosmopolita y extensa de una palabra todavía incumplida: moderno. La gran ciudad capitalista, ¿síntesis final hegeliana en la que prevalece el espíritu racional? El imperio del automóvil, la verticalización y la funcionalidad viaria, amparados en el paradigma lecorbusiano, con sus edificios grafitados de arriba a abajo por misteriosos hombres aranias, casi calígrafos trapecistas en altura. Y en medio de las magnalia Naturae de morros, sierras, floresta, mar, en la complejidad de una trama urbana, en el interior de sus casas, alimento accesorio al gran mobiliario que significa la Naturaleza – al decir de D`Annunzio - estas figuras. Cada una en medio de sus objetos, en sus espacios cuidados, en estas casas como museos del alma, archivo de experiencias, ofrecida lectura de una historia, narcisística conciencia de sí. His living room is a box in the theater of the world , decía Walter Benjamin, en la consumación de un culto del interior. Y el sensible Mario Praz que sentenciaba con un he doesn´t care about houses la prueba de una falta esencial de sentido ético. Entre las frases que no se olvidan, ésta de Rio: la advertencia de la guía en el Jardín Botánico de Rio a la entrada de la avenida de palmeras imperiales: que un silbido vegetal en el aire es el anuncio de que una hoja enorme viene cayendo y hay que apartarse. Y estos privilegiados cariocas en sus casas, recordemos que la etimología del gentilicio es tupi y ya acompaña este culto por lo acogedor, pues habla de un pez acari escondido en su oca (casa). Primer barrio, Copacabana, una ciudad dentro de la ciudad, que pudo conectarse al centro recién gracias a los túneles perforados en los morros. Y allí, tal vez el colmo de esa fascinación por un mundo puertas adentro la represente Rafael Moraes, que compró con todo su contenido el departamento de Jorge Amado, a la vera del fabuloso hotel Copacabana Palace. Ocupar el espacio donde la presencia fantasma del escritor acrecienta sus obsesiones de coleccionista y anticuario, y le ahorra el desesperado lamento que sacudió a Théophile Gautier cuando se enteró de que habían vendido el mobiliario de Victor Hugo. También el historiador Julio Bandeira custodia una casa, heredada de su abuela, pobladísima de objetos, pinturas, fotos, grabados, esculturas, tallas de madera, libros, cosas que fue adquiriendo a lo largo de los años o que recibió de sus amigos artistas, cuadrándole el lema tel le logis, tel le maitre. Luego, el barrio de Santa Teresa, ¿el Montmartre carioca?, callecitas empinadas, el Museo Parque das Ruínas, el Castro Alves, y el delicioso bondinho amarillo – el tranvía que une con el centro pasando sobre el ceudcuto de los Arcos, y se cuela el recuerdo del reto aleccionador inolvidable de su conductor al garoto que viaja sin pagar boleto aferrado a las barras y flameando, y que se cae: se vai viajar de carona, segura bem meu filho! Allí, la bella Olivia, en conjunción perfecta de un entorno colonial con su privilegiada visión de 360 grados sobre Rio, y la compañía litográfica de su mascota la mona Sofía, que le da cierto aire de aristocracia bohemia, sostiene la praxis de un modernismo a ultranza al comando del atelier de su esposo Ricardo Fasanello, fallecido en 1993, diseñador estrella, creador entre tantos otros objetos del sillón Fardos, con sus cilindros cinchados y opulentos. En el mismo barrio, vive el artista Z mog, con su mujer Rita, produciendo pequeñas piezas escultóricas mediante la reinvención de materiales rescatados. Mientras que en Ipanema, instalado en casa amiga, Cézar Mendes, músico y compositor bahiano, disfruta del departamento de Caetano, donde para cada vez que llega a Rio. Y en pleno centro, con su colonial de calles estrechas, cortadas, casas donde se venden gallinitas de guinea, y pasan jeeps con turistas de safari, en la Travessa do Ouvidor, , Rui Campos, dueño de la red de librerías da Travessa, que se iniciara en los 60 con Muro, un local en Ipanema que fue lugar de resistencia a la dictadura militar. ( en el mail anterior escribi mal el apellido) es dueno de la Livraria da Travessa, un local de sos pisos con muy buena seleccion de titulos teoricos, buenas ediciones y muy completa en libros de imagenes y fotografia. Tiene dos pisos: pb libros, primer piso cafe, dvds, musica. El nos atendio alli en el deposito del 3 piso con incesante actividad de recibir, clasificar, etc. los diferentes titulos. Tiene un mural de azulejos originales de Athos Bulcao. Sao Paulo y la deliciosa sugerencia del Imagina con que los paulistas responden a un agradecimiento. Ciudad que en los márgenes, con la Serra da Cantareira y sus senderos de helechos gigantes que se cierran como una bóveda esmeralda, tiene también cercanas visiones del paraíso, imágenes de ese Edén que proyectaron desde siempre sobre América. Pero, en la trama de la mega mega ciudad, sobrevolada por helicópteros y sedienta de green washing, más personajes, en escultórica postura. La magnética Christine Yufon nacida en Pequín, en su casa-atelier de Higienópolis, con su taller de joyas y sus historias infinitas. O Marcelo Sommer, el enfant terrible de la moda brasileña, en su casa, que él mismo construyó, recreando una estética de chalet alpino por dentro y rectángulo racionalista por fuera, repleta de objetos adquiridos en mercados de pulgas o que son restos de escenografías de sus shows. Y también en la antigua capital del café, que desde 1929 con la llegada de Le Corbusier tomó la modernidad como tema obligatorio, trabaja Tissy Brauer, productora de interiores de Vogue Casa, en la ilusión de que el futuro debe construirse ex novo, con audacia e idealismo. No en vano fue allí donde los poetas concretos hicieron escuela en el magno diseño de una poesía verbivocovisual , o Tomie Ohtake sembró de esculturas dignas de un urbanismo por venir el espacio público.

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